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Crónicas de Ivalice: Historia de una condena - XXIV

lunes, 21 de abril de 2014

Capítulo Vigesimocuarto: After hours

Mapa de Yutolandia

Región de Grass, Roahl

"Somos del destacamento de Grass del Ejército de Yutolandia," se presentó un Paladín, "ah... ¡Hola, Erna!"

Un grupo de unas quince personas, lideradas por el Paladín que estaba hablando con Erna, habían venido avisados por un mensaje de Gram Benn. Habían traído una carro de madera arrastrado por chocobos, era un carro cubierto aunque con ventanas, donde estaban instando a entrar a los vencidos en combate por parte de los clanes participantes.

Gides lo miraba con curiosidad. Nunca había visto un artefacto similar en Camoa, y movido por la singularidad de la situación, le preguntó a un Defensor que por ahí merodeaba.

"Perdona, con tanta gente ahí dentro, ¿ya aguantará ese carro?¿no intentarán huir en cuanto tengan la oportunidad?" El Defensor se giró.

"Lo dudo," dijo de forma contundente aunque poco agresiva el Defensor. "El carro essstá protegido mágicamente y lleva variosss sssellosss, para reforzarlo."

Un Seeq Lanista que llevaba a cuestas a Daleighna la echó dentro del carro, que estaba prácticamente lleno, y cerró la puerta.

"Bien, ya podemos regresar," dijo el Paladín a su tropa. Un Chocodomador, ayudado por uno de sus compañeros, montó en el chocobo que parecía liderar el arrastre, y pronto empezaron a rodar las ruedas del carro. El resto del grupo se puso en marcha en dirección a Grass, el Paladín se despidió de Erna y con paso ligero se colocó a la altura del primer chocobo.

"¿Qué tenéis pensado hacer, vosotros?" Haelle y Jowena, y Adanh y Jens Rhudd, al haber ayudado a capturar a los malhechores habían sido exculpados de todo proceso penal.

"No sé, de momento iré a Grass y veré qué se cuece por ahí," dijo Adanh, "tal vez me aliste a algún barco pesquero."

"Yo tal vez me apunte a las filas del Ejército de Yutolandia, no estaría mal recibir entrenamiento," respondió Jens Rhudd, "esto de ayudar a capturar malotes me ha gustado, jajaja..." añadió.

"Nosotras partiremos hacia Morabella," dijo Haelle. "Tal vez dentro de un tiempo nos traslademos a Ordalia, tengo ganas de viajar en barco volador," añadió Jowena.

Las dos Vieras tenían un largo camino hacia Morabella. El resto tenía como objetivo llegar hasta Grass, Gram Benn le cuchicheó a Ilwulf, "¿quieres que te lleve al arsenal del clan de Ninjas?"

"Gram Benn y yo queremos ir a investigar unas cosas por aquí, volveremos luego," se excusó el Ladrón, y él y el Seeq se separaron del grupo principal.

Ya hacía rato que había amanecido, el sol brillaba radiante, y esto favorecía caras alegres y buen humor, a pesar de no haber dormido esa noche. Unos hablaban, otros bromeaban entre ellos. No muy lejos se podía oir el pelotón del Ejército de Yutolandia marchar.

Gides caminaba, siguiendo el paso de sus compañeros, aunque con la cabeza puesta en otra parte, obervaba el viento suave agitar las briznas de hierba en el borde del camino. Tenía en la cabeza la batalla nocturna, y aunque todo eran flashes, siempre terminaba con él siendo noqueado. Si quería que su clan prosperase, y siendo un poco egoísta, llegar a ser agente del Ejército de Yutolandia, tenía que hacerse más fuerte. ¿Quién podría ayudarle?

"Erna, perdona..." tal vez ella podría ayudarle, al fin y al cabo ella era agente y seguramente tendría algún contacto o alguien que le podría ayudar.

"¿Sí?"

"Ehm... Por casualidad... ¿conoces a alguien que pueda enseñarme a ser más fuerte?" le costó horrores preguntárselo, tal vez por miedo a que ella pensase que era un debilucho, pero al final lo consiguió.

"Uhm..." Erna empezó a pensar, mirando hacia el cielo mientras caminaba. "A ver... conozco a un tipo que es Luchador, pero hace mucho tiempo que no sé nada de él. Era un instructor de su oficio y se llamaba Dyward, es todo cuanto sé."

"G-gracias," Gides se sonrojó. "Pensaba que tú pensarías que soy demasiado débil... y no sabía si preguntártelo."

"Aunque lo seas, si me lo preguntas es porque quieres dejar de serlo, esto dice mucho en tu favor."

Gides se aproximó al borde del camino de nuevo, para seguir observando la hierba mecerse al ritmo del viento. Una nube acababa de interponerse en el camino de los rayos de sol y todos miraron al cielo, no había más nubes cercanas.

...

"Sí, es por aquí," dijo Gram Benn, llevando el liderazgo. Gram Benn e Ilwulf se habían separado del grupo para ir a inspeccionar la guarida del clan liderado por los Ninjas Vegis y Vegil.

"¿Estás seguro?" pero tan pronto como Ilwulf preguntó, la puerta entró en su campo de visión. De una embestida el Seeq dejó la puerta totalmente abierta.

*POM*

"No tiene pérdida," dijo Gram Benn, "mientras examinas el arsenal yo iré a ver si se han dejado algo en las habitaciones... ya sabes, para hacer negocios y ganar unos giles, y esas cosas."

Primero venía el pasillo curvo que daba a la sala común. La sala común, con sus mesas y sus sillas, estaba tal y como el Seeq la recordaba unas horas antes. A lado y lado estaban las habitaciones de los miembros rasos, el Seeq le dio las indicaciones a Ilwulf.

"Si vas por este pasillo, es la puerta que queda a tu izquierda."

Ilwulf siguió los pasos que le había dado Gram Benn. De mientras, él, entró en una de las habitaciones que daba a la sala común. Allí había algunas armas, y armaduras y giles. Gram Benn fue habitación por habitación examinando los rincones, y finalmente los envolvió con un par de sábanas de las camas.

El Ladrón abrió la puerta que Gram Benn le había dicho que quedaba a su izquierda, ahora quedaba enfrente. Dentro de la habitación había muchas armas y armaduras del oficio de Ninja, Ilwulf dio una vuelta pensando cómo podía cargar con todo, al salir de la pequeña habitación vio cómo el Trampero se las había ingeniado.

De las habitaciones donde todavía quedaban sábanas Ilwulf tomó unas cuantas, y de la misma manera que el Trampero, colocó los aperos y ató los cabos bien sujetos.

"¿Ya has cogido todo lo que puedas?" le preguntó Gram Benn, con una sonrisilla en la boca.

"No, ¿por qué lo preguntas? He cogido lo que creo que puede serme útil, para no cargar más peso del necesario."

Gram Benn y el Ladrón salieron de la guarida tan cargados que casi no se distinguía qué era paquete y qué persona. El Seeq había convencido al Ladrón de que con lo que sacara de la venta de la chatarra podría ayudar en la economía del clan.

"Y ellos no lo necesitarán en un largo tiempo... jajaja," reía Gram Benn.

"Mejor tenerlo en nuestras manos que dejar que los saqueadores se lo lleven todo," añadió Ilwulf.

"Sí, bien dicho, jajaja."

Ya era casi mediodía. El sol estaba alcanzando el punto más alto del cielo.

"Empiezo a tener hambre," dijo Ilwulf. Su estómago le dio la razón.

"Cuando lleguemos a Grass podrás hartarte de lo que quieras, cuanto menos nos detengamos más pronto llegaremos," trató de ser positivo en su respuesta.

...

Grass seguía tal y como la habían dejado unas horas antes, con el bullicio habitual, gente de aquí para allá y de allá para aquí. Erna alcanzó al destacamento del Ejército que llevaba el carro espetando un "buff... el papeleo que me espera", que ahora avanzaban mucho más lentos debido al cúmulo de gente por las calles. Adanh se despidió ahí.

"Ha sido un placer luchar a vuestro lado, pero creo que esto de la lucha no es lo mío, necesito un tiempo de reflexión. ¡Nos vemos!"

El Soldado pronto se perdió entre la muchedumbre. El barullo de gente obstaculizó las fervientes palabras de despedida que, pocos instantes después, apenas llegaban a las orejas de Adanh. Había sido un socio temporal interesante.

Los que quedaban en el grupo se lo tomaron con calma para llegar al cuartel de Grass del Ejército de Yutolandia. Gides quedó prendado de una chica que estaba cantando en la calle, Ermine y Chalsye admiraban baratijas en unos tenderetes. Finalmente acabaron por llegar a las inmediaciones del cuartel. Al parecer Erna estaba en su despacho escribiendo informes, así que se abstuvieron de pasar a molestar.

Los cabecillas estaban siendo juzgados. Un Paladín del Ejército los guió a sus aposentos para invitados de nuevo, donde preparó una de las camas para Jens Rhudd, quien al despertar tenía pensado alistarse. Estaban tan cansados que tan pronto como se tumbaron quedaron fritos.